domingo, 21 de julio de 2013


Somos muy pegados cuando estamos juntos y no me dan ganas, no tengo ánimos de salir, con nadie ni a hacer nada. Se que el encierro me perjudica, pero a la vez no quiero hacer algo por mi misma. 
Él sale, se divierte, conoce gente nueva. En cambio yo estoy atascada y quiero salir adelante, para demostrarle a él, a mi y a todo el mundo que puedo ser independiente y tengo mis propias cosas! Además, para no hacerme la cabeza cada día contando cuanto falta para verlo, o pensando qué estará haciendo.
Al principio me costó mucho poder confiar en él, a pesar de que jamás me dio razones para desconfiar, nunca me demostró nada raro, nunca me escondió nada. Toda la gente que lo conoce me dice que tengo suerte de tenerlo, y que es una persona buenísima, transparente, generosa, muy buen chico. Y yo lo se, porque a mi me trata de la mejor manera, me quiere, me lo dice y me lo demuestra, que es lo mas importante.
Creo que tiene que ver con un problema de confianza en mi misma.
De todas maneras, no consigo la fórmula para lograr no extrañarlo tanto, y para que no me duela cada vez que pienso en lo "lejos" que lo tengo.
Ahora la pregunta es: ¿cómo se puede hacer para no estar pensando constantemente en esa persona, para no contar los días que faltan, para no ponerse triste pensando en qué estará haciendo y con quién, para no preocuparse si toma de más (porque cuando lo hace, no estoy yo para ver en qué condiciones está y lo que puede llegar a hacer), para dejar de pensar si los ojos se le van a desviar hacia otro lado? (ahí aflora mi desconfianza).
Aclaro, él me lo deja bien en claro cada vez que puede. Confía profundamente en mi y espera lo mismo de mi, y a mi me cuesta horrores confiar profundamente en él, aún sabiendo que es en vano mi preocupación y la clase de persona que es (prácticamente un ángel).

domingo, 14 de julio de 2013

3MSC

"No hay vuelta atrás, lo sientes, y justo entonces intentas recordar en que momento comenzó todo y descubres que todo empezó antes de lo que pensabas, mucho antes, y es ahí justo en ese momento cuando te das cuenta de que las cosas solo ocurren una vez, y que por mucho que te esfuerces, ya nunca volverás a sentir lo mismo, ya nunca tendrás la sensación de estar a tres metros sobre el cielo."

viernes, 12 de julio de 2013

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Es algo gracioso como una persona puede hacerte sentir que estás en la cima del mundo pero también es capaz de romper tu corazón en mil piezas, y podés estar enojada, triste, confundida, pero solo esa persona puede unir las piezas que estaban quebradas.

martes, 2 de julio de 2013

Harta de luchar conmigo misma.

No logro enfrentarme a ese punto de oscuridad en mí que me impide apreciar las cosas buenas de la vida. No es justo que los días se me vayan porque sí.
En estas últimas semanas, meses incluso, siento que dejé de luchar contra mis propios fantasmas, que siempre me recuerdan que ganan.
La vida puede ser linda, pero yo no aprendí a apreciarla. Las horas están llenas de cosas lindas, pero yo no siento la emoción esperada. El sol brilla con fuerza, pero a mí me da igual, no siento la energía de sus rayos, la alegría de su color amarillo. Me levanto deseando volver a acostarme. Mis pies no caminan hacia delante, se frenan en seco ante una incipiente apatía, que no desaparece a pesar de los esfuerzos. Empieza el día y yo sólo pienso en que llegue la noche.
Yo me evado de mis conflictos durmiendo. Soy capaz de dormir todas las horas que hagan falta y despertarme lo más tarde posible, lo más cerca a la caída del día para poder fantasear otra vez con la idea de volver a dormir. Esta misma semana tuve la horrible necesidad de no salir de la cama, porque sé que los fantasmas aguardan ahí fuera para ganarme otra batalla. Llega la noche y entonces respiro, porque sé que es el único momento del día en el que no pierdo el tiempo, en que toca dormir. El único momento en el que no me siento culpable por no estar aprovechando los minutos que me da la vida.
También lloro a menudo. A veces es un llanto contenido, como lleno de rabia o ira, que explota porque ya no puede sostenerse más ahí dentro y sale furioso, quejándose de todo y nada, preguntándose los "por qué" pendientes. Otras veces son lágrimas de pura tristeza, una detrás de otra, que caen, sin fuerza, sin ningún ímpetu.
Otra de las cosas que sufro cuando lo paso mal es que me aíslo del mundo y empiezo a vivir en el mío propio. Me cierro tanto que no quiero saber nada de nadie. No sé si es que soy muy tonta para pedir ayuda o simplemente no quiero que me ayuden. Los años me hicieron fuerte y estoy acostumbrada a protegerme yo sola, lo cual se convierte en un arma de doble filo, porque me maltrato más que me cuido. Dicen de mí que soy muy injusta conmigo misma, y exigente. Demasiada caña para un alma herida. Pero me enorgullece levantarme sola y seguir siempre adelante. Y sí, a lo mejor debería contar más con los demás en los malos momentos, pero el motivo real por el que creo que no lo hago es porque tengo expectativas demasiado altas de la gente a la que quiero y pienso que si no las cumplen me voy decepcionar, y hasta sentirme traicionada. Siempre fui de extremos, puedo pasar de ser la persona más confiada del mundo a la más desconfiada y de la más feliz a la más triste en cuestión de segundos. Así que, después de todo este repaso que me estoy dando, llego a la firme conclusión de que algo no va bien. Sé que hay mucha angustia dentro de mí, pero no acierto a saber por qué. Sé que, sobre todo, tengo miedo. Ese miedo que nos paraliza, que nos impide ver con claridad y objetividad, que nos confunde y nos hace tanto daño. Tal vez sienta que mi horizonte está lleno de incertidumbre. Y si Kant decía que "la inteligencia de una persona se mide por la cantidad de incertidumbres que es capaz de soportar", está claro que a mí, en este período de mi vida, me tocó ser la más tonta del lugar.