Pasan los días, los meses, y los años. Hay heridas que el tiempo no cura, solo las pone en pausa, uno cree que la herida está apagada, pero de golpe algo la hace volver a latir y duele, duele igual que en ese momento, a pesar del tiempo, de los días, los meses, de todo... duele igual. Pero uno lo acepta, lo entiende, y lo tolera. Sabe que es por algo, que a pesar del sufrimiento era la mejor salida, o lo que quedaba. Igualmente, hay cosas que si se sienten distintas, las lágrimas siguen cayendo por mis mejillas. A veces me caigo, lo cual es inevitable. Me quiebro más fácil; pasa el tiempo y quizás no me quiebre, pero sigo estando mal. Me quiebro, me vuelvo a pegar con la gotita y sigo, porque lo que no mata fortalece, pero del dicho al hecho hay un gran trecho. Cuesta entenderlo, y aceptarlo, pero por más que entienda y acepte, hay momentos que duelen, que uno extraña no a los que no están sino a los que están lejos. Porque se que a pesar de la distancia, uno está y la sigue, pero a veces se necesita una vida cotidiana.
Estoy mal, por momentos me quiebro, pero no me destruyo. No pienso que porque estoy mal, estoy desecha, NO! Solo tengo heridas que no se tapan, solo se anestesian y lo que pasa es que últimamente la anestesia perdió efecto y DUELE, pero algún día voy a estar bien. Tropezón no es caída.
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