domingo, 26 de junio de 2011

Yo soy de las típicas personas que le salta la chispa por nada, como leche hervida. Que un chiste para los demás, para mi no tiene gracia y que el “te lo digo de onda” no me cae bien de todas formas. Esa que puede vivir un día entero o 30 días seguidos, resentida por todo. Que no olvidan absolutamente nada, o mejor dicho, puede recordar absolutamente todo. Pueden pensar que soy la tonta que se olvide de lo que me dijeron hace una semana atrás, para después venirme a contar otro verso. Y ni se crean que me lo creo. Se piensan que uno solo vive del presente y lo pasado pisado, y no es así. Todo lo que me dicen entra por mis oídos y se queda ahí, dando vueltas en mi cabeza, esperando al momento justo para sacarlo todo, y no guardarme nada. Yo soy de esas personas que le es difícil perdonar cosas tontas, insignificantes y absurdas, pero lo que no comprenden es que a mi me duelen. Y cuando el corazón, el alma o lo que sea se lastima, solo con el tiempo cicatriza. No soy perfecta, y pongo mi propia firma cuando hablo de mi y mi persona. No pido que me entiendan, porque nunca lo van a conseguir. Ya sabemos que cada loco con su tema, y cada cual vive con su locura. Algunas personas son bipolares, otras son histéricas, otras son caprichosas, y así puedo seguir enumerando una decena de defectos, y sin embargo yo no me meto con ninguno de ellos. Las personas no cambian de la noche a la mañana, no tienen golpes de suerte, o por arte de magia quieren ser mejores personas. Porque la perfección no es una meta, sino un estilo de vida, que día a día se va trabajando.

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